El anciano




Que tranquilo paseas por la acera
sin que apenas se escuchen tus pasos,
caminas sin fijarte en lo que te rodea
sintiéndote ante los demás como un extraño.

Solo intentas esquivar el peligro
que torpemente te tropieza,
te sientes igual de susceptible que un niño
en un camino donde no importa tu presencia.

Has visto transformarse el pueblo en ciudad
y tus buenos amigos ya se han ido,
con cuantas personas compartiste la felicidad
que ahora en melancolía se ha convertido.

Tus ojos se han quedado hundidos,
el corazón late más obligado,
las piernas pierden el equilibrio,
y tu piel arrugada delata que eres anciano.

Pero la mente no tiene edad,
al igual que tus nobles pensamientos,
cuanto aún deseas conocer y amar,
y contar las historias que siguen en tus recuerdos.

Gritas pero esa voz no se oye,
les quieres decir que todavía estás aquí,
les aconsejas que cuiden de los que fueron jóvenes,
para que el indeseado abandono no les haga sufrir.

Cuando dejaremos de ver la vejez como un estorbo,
cuando dejaremos de verlo como un final,
cuando valoraremos su supervivencia como un logro,
cuando  bien sabemos lo difícil que es llegar.

                                               Yolanda Iscar.

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